La Teoría Polivagal, desarrollada por el neurocientífico Stephen Porges, permite entender cómo el cuerpo y las emociones están profundamente conectados. En términos simples, señala que el sistema nervioso responde constantemente a la percepción de seguridad o peligro, incluso sin que las personas sean conscientes de ello.
En términos prácticos, esto quiere decir que el cuerpo siempre está mostrando señales de cómo se siente una persona. Por ejemplo, cuando un niño o niña percibe peligro, su corazón late con mayor rapidez, la respiración se vuelve agitada y su postura corporal se tensa, como si estuviera listo para defenderse o escapar. En cambio, cuando percibe seguridad, el ritmo cardíaco se calma, la respiración se vuelve más profunda y los músculos se relajan, lo que le permite jugar, aprender y vincularse con otros.
En el acompañamiento de niños, niñas y adolescentes que han sufrido vulneraciones de sus derechos en forma sistemática y que se encuentran en Programas de Acogimiento Residencial Terapéutico, surge una herramienta esencial: la regulación del adulto. Su capacidad de mantenerse sereno y conectado manifestado en su tono de voz, la postura corporal y la presencia, actúan como señales que ayudan a apagar la “alarma interna” del NNA y a llevarle de nuevo a un estado de conexión y tranquilidad. A esto se le llama “corregulación”, es decir, la presencia empática, estable y segura del adulto que funciona como un “ancla” que ayuda al niño, niña o adolescente a confiar y a volver a un estado de conexión.
Cuando el adulto mantiene la calma, transmite seguridad al NNA, ya que su sistema nervioso influye directamente en el de él o ella.
Por esta razón, resulta fundamental poner atención al propio estado interno, conociendo las señales que envía el cuerpo.
El autocuidado, junto con la paciencia y la constancia, son parte del proceso, ya que la autorregulación requiere repetición de experiencias seguras en el tiempo. Asimismo, será importante observar qué estrategias funcionan mejor en cada caso y adaptarlas a las necesidades particulares de cada niño, niña y adolescente.
¿Qué observar?
Con este mapa, los adultos pueden acompañar mejor los cambios de estado de los niños, niñas y adolescentes y ayudarlos a regresar a la calma. La Teoría Polivagal habla de tres estados principales del sistema nervioso:
Seguro y conectado:
el NNA se siente tranquilo, puede jugar y aprender.
Alerta/defensa:
aparece la agitación, la rabia, la impulsividad o la huida.
Congelamiento:
se desconecta, se muestra apagado, apagada o ausente.
Estrategias prácticas
Crear rutinas predecibles: los horarios claros para comer, estudiar, jugar o dormir generan sensación de seguridad.
Generar conexión genuina: aunque parezca obvio el estar presente con el NNA, ofrecer una sonrisa, un tono de voz suave y el contacto visual respetuoso ayudan a activar el sistema de calma.
Jugar juntos: el juego tranquilo y sin presiones, donde el adulto cumple un rol de apoyo es una vía natural para la conexión y la seguridad.
Ofrecer actividades calmantes: escuchar música suave, leer cuentos, pintar o respirar juntos o juntas en un ritmo pausado.
Mantener la calma del adulto: si el NNA está alterado, no escalar la situación. Bajar el tono de voz y no confrontar. La serenidad es contagiosa.
Invitar a pequeños movimientos: si el NNA está apagado o retraído, un balanceo suave, caminar juntos o hacer una actividad sencilla pueden ayudarlo a salir del estado de desconexión.