El Diagnóstico Clínico Especializado es el primer mapa que orienta la acción de los equipos residenciales. Leerlo en profundidad, contrastarlo con la experiencia insitu con el niño, niña o adolescente que ingresa a la residencia y efectuar un trabajo complementario con las herramientas diagnósticas disponibles, permitirá – al cabo de seis semanas- contar con un Plan de Intervención Individual Unificado (PII-U) que posibilite una intervención sistémica significativa.
El Diagnóstico Clínico Especializado es una herramienta elaborada por un organismo externo e independiente, que ofrece una mirada comprensiva del NNA y de su entorno desde el Paradigma de la protección versus la desprotección, enmarcada en una comprensión sistémica de su situación. Reconoce y consigna su estado y las dinámicas del sistema del cual forma parte: su familia, las redes, el contexto comunitario y las instituciones. Por eso, este informe permite a los equipos residenciales comenzar su labor con información relevante para la planificación de los primeros pasos en la acogida y resignificación.
Un aspecto central de este diagnóstico es que incluye una propuesta de Plan de Intervención Inicial, que debe ser ajustado por el equipo de la residencia en un plazo de seis semanas, desde que el NNA ingresa al sistema de protección, tiempo durante el cual se espera que los y las profesionales puedan completar o profundizar los elementos que hayan quedado pendientes o poco desarrollados en la primera etapa diagnóstica.
A continuación, se detallan las cuatro dimensiones que aborda el Diagnóstico Clínico Especializado, junto con los temas que considera cada una:
Características de la situación de vulneración:
Incluye antecedentes judiciales, evaluación de hechos de violencia o maltrato y registros del sistema informático del Servicio. Identifica las tipologías de maltrato o violencia, el grado de gravedad y su persistencia a lo largo del desarrollo del NNA.
Situación del niño, niña o adolescente:
Evalúa áreas del desarrollo afectadas, factores de riesgo y protectores individuales, recursos del NNA y sus requerimientos para una intervención especializada.
Capacidades de cuidado de la familia o adultos a cargo:
Analiza la percepción del entorno adulto sobre las necesidades del NNA, aspectos del vínculo adulto–niño, niña, disposición a la intervención, y reconocimiento de los factores de riesgo o protección para la recurrencia de la vulneración de derechos.
Características del entorno o contexto social y comunitario.
Evalúa los soportes disponibles, redes comunitarias e intersectoriales, para proteger al niño, niña o adolescente y para apoyar el rol de cuidado en la familia extensa. Identifica los factores de riesgo de recurrencia del maltrato en el entorno y los recursos y factores protectores existentes o necesarios de desarrollar, tanto los que el adulto visualiza como los que no.
Estas cuatro dimensiones se abordan utilizando herramientas diagnósticas, que se consignan en el Diagnóstico, como entrevistas clínicas, observación directa, y técnicas narrativas adaptadas a la edad del NNA, entre ellas las historias lúdicas de apego e historias inconclusas.
En este proceso, se identifican también indicadores de apego, que pueden clasificarse en apego seguro, inseguro, evitativo o desorganizado.
Por último, el diagnóstico incluye acciones y productos resultantes dentro de los que se incluye Plan de Intervención Individual, con el que el equipo residencial comenzará a trabajar.
¿Dónde poner atención?
Seis semanas para ajustar el Plan de Intervención Individual Unificado:
Durante las seis semanas posteriores al ingreso del NNA, los equipos residenciales deben leer con atención y comprensión el Diagnóstico Inicial y planificar su complementación para el ajuste del PII.
Identificar las herramientas diagnósticas utilizadas:
Esto permite planificar nuevas aplicaciones para complementar esa información, ampliar la comprensión del caso y enriquecer el PII.
Evaluar con atención los indicadores de apego:
Este aspecto permitirá definir la primera estrategia de vinculación en la residencia.
Observar el nivel de problematización del entorno adulto:
Poner atención en cuánto los adultos a cargo comprenden, reconocen y se hacen responsables de las situaciones que derivaron en la medida de protección, es fundamental para diseñar estrategias de intervención familiar efectivas y construir alianzas significativas.
Identificar el entorno territorial del NNA:
Factores de riesgo y factores protectores. Esta identificación permitirá tanto mapear recursos de apoyo como prever obstáculos que podrían influir en el proceso de restitución de derechos.