La participación de niños, niñas y adolescentes en la sociedad es un derecho fundamental que reconoce su capacidad para influir activamente en su entorno y tomar decisiones que les afectan directamente. A través de esta participación, los niños no solo se involucran en los procesos sociales, sino que también contribuyen a la construcción de su realidad cotidiana, fortaleciendo su sentido de pertenencia y responsabilidad social. Nos referimos al derecho y la capacidad de los niños, niñas y adolescentes de ser escuchados, expresar sus opiniones y tomar parte activa en las decisiones que afectan su vida, tanto en el ámbito privado como en el público.
No se trata únicamente de consultas o mecanismos formales, sino de incluir a los NNA como sujetos activos en la creación de la realidad social que les rodea.
La Convención de los Derechos del Niño establece claramente este derecho, reconociendo a los niños y niñas no solo como receptores pasivos de cuidados, sino como actores sociales con una voz válida y valiosa en los procesos de toma de decisiones.
En este sentido, la participación infantil implica que los niños y niñas puedan opinar, ser consultados y que sus ideas sean tenidas en cuenta de manera efectiva. Esto es un derecho humano fundamental y una herramienta para mejorar la calidad de vida de NNA, ya que fortalece su capacidad de incidir en su entorno y adaptarse a los cambios.
Dónde poner atención
No debemos olvidar que esta de niños y niñas es esencial para su desarrollo integral. Cuando los niños y niñas tienen la oportunidad de expresar sus opiniones y ser escuchados, refuerzan su autoestima, su capacidad de comunicación y su comprensión de los derechos y responsabilidades que tienen dentro de la sociedad.
La participación les empodera y es fundamental para su desarrollo emocional, social y cognitivo. A través de la participación, los niños y niñas pueden desarrollar habilidades como el pensamiento crítico, la resolución de conflictos y la toma de decisiones responsables. Aprenden a colaborar con otros y a respetar diferentes puntos de vista. Además, ser escuchados y tener un rol activo en su entorno aumenta su autoestima, confianza en sí mismos, siendo un punto relevante en su autonomía progresiva.
Cuando los NNA participan en procesos que afectan su vida cotidiana, como la planificación de actividades cotidianas en la residencia, aprenden a entender mejor sus derechos y responsabilidades. También mejoran sus habilidades para interactuar con otros, respetando opiniones diferentes y comprendiendo la importancia de la cooperación. La participación les enseña a ser ciudadanos activos y comprometidos, preparados para enfrentar desafíos y encontrar soluciones a problemas sociales.
Es importante tener en cuenta que para que la participación sea auténtica, no puede limitarse a simples consultas formales, sino que debe implicar la posibilidad real de influir en las decisiones y acciones que afectan sus vidas.
Por otra parte, la exclusión de los NNA de los espacios de toma de decisiones refuerza una dinámica de poder donde el mundo adulto toma las riendas de su vida debilitando su proceso de autonomía progresivo y puede afectar negativamente su desarrollo social y emocional.
Buenas prácticas
La participación de los niños debe estar presente en diversos espacios de la vida cotidiana, donde tradicionalmente han sido excluidos o donde su influencia ha sido mínima. Aquí les mostramos tres espacios en los que podemos incentivar la participación de NNA a nuestro cuidado:
La residencia de protección:
Como el lugar en el que NNA habitan, se convierte en primer espacio socializador y debe ser un lugar donde puedan opinar y participar en la toma de decisiones que afectan su bienestar. Esto puede incluir temas como la organización de la vida diaria: cómo adornar su dormitorio, la elección de la ropa que les acomoda, la forma en que establecen los turnos para ordenar su entorno, etc.; la resolución de conflictos, la decisión de hacer votaciones, conversatorios, solicitar mediación de adultos, etc.; la planificación de actividades conjuntas, a dónde quieres hacer paseos, proposición de talleres, ornamentación de espacios comunes; o incluso la elección de las reglas que gobiernan la convivencia, definiendo encargados/as de distintas responsabilidades, estableciendo reglas para el bien común.
La escuela:
El ámbito educativo debe ir más allá del aprendizaje académico. La escuela puede ser un espacio clave donde los niños desarrollen habilidades de liderazgo, colaboración y toma de decisiones. Esto se puede lograr mediante su participación en consejos estudiantiles, proyectos escolares y actividades que promuevan su implicación en la mejora del ambiente educativo. Participar en la creación de normas escolares, dar su opinión sobre los métodos de enseñanza y colaborar en proyectos comunitarios vinculados a la escuela son formas en las que se puede potenciar la voz de los NNA.
La comunidad:
La participación de niños y niñas en sus barrios o comunas permite que se sientan parte de su entorno. Involucrarlos en proyectos comunitarios, como el diseño de espacios recreativos o actividades sociales, no solo promueve su desarrollo, sino que también contribuye a la cohesión social. Proyectos como la construcción o diseño de parques, la organización de eventos comunitarios o la participación en campañas de sensibilización son ejemplos de cómo los niños pueden implicarse en la vida pública de su comunidad.